lunes, 22 de noviembre de 2010

Micro en Buenos Aires

La revista digital argentina Cuentos y más me publica un micro: "Vendedor de libros". Como es cortito, os lo copio:



En cierta ocasión un vendedor de Biblias me regaló El libro de arena, de J. L. Borges
                                   El vendedor de Biblias me dijo:
                                  -El número de páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna, la última.
                                   Luego, soltó una oscura carcajada, y como por ensalmo, desapareció de mi vista sin darme tiempo a decirle que, por desgracia, yo no sé leer.


Si queréis verlo en la web de la revista, tenéis que buscarlo en este enlace: http://www.cuentosymas.com.ar/

domingo, 21 de noviembre de 2010

El sueño


En el sueño, me persigue implacablemente una horda de homúnculos abisales, difíciles de describir. Otras veces he logrado despertarme antes de ser atrapado por las garras pringadas de fiemo de tan extrañas criaturas. Por desgracia, esta vez las aberrantes pelágicas figuras oníricas me han dado caza.
Estremecido por el asco y el miedo, casi ni respiro, y apenas me muevo del sitio.
Conforme las bestias me cercan, cierro los ojos. De repente, siento un fragor de mordiscos en las tripas y un desgarro tirante en la parte posterior del cráneo. No me revuelvo ni lloro de dolor.
Finalmente despierto de golpe, pero, al pronto, no consigo familiarizarme con lo que veo: un cascajo blanco y roído. Lo que queda de mi esqueleto.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Luna llena


Otra vez ha vuelto a ocurrir. Otra vez se me ha hecho tarde y la noche me ha sorprendido solo, en medio del bosque. Debo caminar deprisa, pero con cuidado de no perderme. Sé que los mayores se cuentan historias escalofriantes ocurridas en estos inhóspitos parajes. Historias que no quieren que los pequeños sepamos, para no asustarnos. Pero yo soy un niño valiente y no le tengo miedo a la oscuridad. Además, por suerte, hoy hay luna llena y es más fácil seguir el camino de vuelta.
            Lo malo, sin embargo, es el castigo que me espera por no llegar a mi hora. Y que otra vez no sabré explicarles a mis padres por qué regreso tan despeinado, con la ropa hecha jirones y las manos y la boca totalmente ensangrentadas.