jueves, 24 de noviembre de 2011

El hombre del maletín negro


El hombre del maletín negro llega a su casa. Nada más verlo, sus hijos se lo comen a besos. Luego, en la cama, le dice a su mujer lo que le viene diciendo desde hace tiempo: que sin ellos la semana se le hace muy larga. Esta vez piensa llevarlos al zoo y al cine. Lo que prefieran. Enternecida, su mujer lo abraza con fuerza.
Dos días más tarde, el hombre del maletín negro ya no está con ellos. Como de costumbre, llega a su otra casa. Nada más verlo, también allí se lo comen a besos.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Fobia



Por fortuna no siempre nos visitan, pues no existe sensación más desagradable que encontrárselas repentinamente deambulando por la cocina, el cuarto de baño o cualquier área al que tienen acceso por medio de sus largas patas. Exhiben siempre un aire de displicencia con el que parecen decir que son ellas las legítimas propietarias de las casas. Las más repugnantes suelen ser oscuras, peludas y bigotudas. Según los biólogos, en el ámbito doméstico se nutren de cualquier tipo de alimentos, aunque demuestran especial interés hacia materiales con fécula, sustancias dulces y productos cárnicos. Habitan en los más recónditos e inexpugnables lugares del planeta, y en ocasiones hasta infestan los basureros, donde pueden soportar los crudos inviernos gracias al calor generado por la basura. Su lugar de origen es África, aunque se sabe que después de milenios entró a Europa. De ordinario son seres inteligentes, incluso pacíficos, pero lo cierto es que las cucarachas perciben a las personas como organismos desagradables y repulsivos. Cuando las detectan en su contorno retroceden ante ellas, y huyen despavoridas a ocultarse en una mínima hendidura. Está claro que las personas les dan asco.









lunes, 7 de noviembre de 2011

Aparición


Fui corriendo hasta la habitación de mis padres. Segundos antes me habían despertado sus voces. Descalzo, vestido con un pijama raído, pegué la oreja a la puerta. Mi padre estaba fuera de sí, hablaba de echarme de casa esa misma noche. Mi madre, en cambio, trataba de apaciguarlo con argumentos blandengues.
No quise oír más.
Compungido, volví rápidamente a mi cuarto y recogí todas mis pertenencias. Pero antes de marcharme redacté una escueta nota de despedida: “Queridos padres, prometo no aparecer más por casa. Sólo os pido una cosa: por favor, no llevéis más flores a mi lápida”.

martes, 1 de noviembre de 2011

Decoro

Aquel viejo tenía la barba rala y el pelo sucio. Despedía un olor nauseabundo, a ajo y cianuro. Vestía ropas gastadas, llenas de lamparones, propias sin duda de una existencia mísera y descuidada. Con más compasión que asco, mi jefa y yo procedimos a lavarle el pelo con un champú afrutado, a recortarle cuidadosamente la barba y a perfumarlo con una buena loción. Contra la pringue del traje poco pudimos hacer, excepto darle un rápido cepillado que mejorase algo su desdoro. Finalmente quedamos satisfechas con el resultado, y aquel pobre hombre pudo asistir con decoro a su entierro.