Esa
noche ella vio a la madrastra entrar en el cuarto, asfixiar a la niña y escapar
sin dejar rastro. Pero cuando comenzaron las pesquisas de la policía, nadie le
preguntó a ella, a la muñeca. Y entonces acusaron al mayordomo, lo detuvieron y
lo torturaron para que confesara, antes de ahorcarlo.
Terrorífica historia. No sé quién me ha dado más miedo, si la madrastra, la muñeca o la policía.
ResponderEliminarFelicidades.
¡Qué ilusión verte por aquí, Ana María! Buen punto de vista el tuyo, porque incluyes en el terror también a la policía, y no sólo a las dos cómplices.
EliminarSaludos, y gracias!
Estupendo punto de vista. Muy interesante.
ResponderEliminarMe despista un poco la foto (se impone, ¡es tan terrorífica!), abarca demasiado. Pero eso sólo para mi gusto, claro. El relato me parece estupendo.
Abrazos
Es verdad lo que dices, Susana. La foto cobra demasiado protagonismo. Por eso entiendo que Kafka se negará a que ilustraran a Gregor Samsa. La imaginación del lector sale perjudicada. Voy a ver si lo arreglo.
ResponderEliminarUn beso, y mil gracias.
Es terrorífico el micro.
ResponderEliminarBesitos
Espero que no te den miedo las muñecas... ni las madrastras.
EliminarUn beso, Elysa.