sábado, 7 de mayo de 2011

Alejandra Díaz-Ortíz



Cuentos chinos, el libro de microrrelatos de la mexicana Alejandra Díaz-Ortíz, está recorrido mayoritariamente por hombres y mujeres que se desean, que aman en soledad o en pareja, que persiguen la quimera del amor con todas sus consecuencias, que creen que la vida no tiene sentido si no hay por medio un cruce de sentimientos. Pero a poco que el lector se fije en el desarrollo mínimo de los argumentos, irá dándose cuenta de que el verdadero hilo conductor de las historias es el de unos hombres y mujeres que también se detestan. Puede decirse así, que amor y desamor son las dos caras de una misma moneda. Moneda que es la vida, y que unos y otros personajes gastan con más o menos acierto en lo que les pide el alma o el cuerpo. De hecho, yo me atrevería a recomendar a quien no ha leído aún el libro que comenzara por el colofón; allí, Alejandra Díaz-Ortíz le dice a los lectores: “Al final del día, siempre hay un TODO A CIEN abierto: amplia oferta de corazones de imitación; exposición de camas desechables a cuatro besos; variedad de desodorantes anti-dolor para evitar una flagelación innecesaria; quitamanchas plus para ilusiones desteñidas…” Se trata de una declaración explícita de que el amor es un producto sentimental que antes, durante y después de su existencia, multiplica la aparición de otros productos sentimentales afines: así el desengaño, los celos, el deseo, el odio, la felicidad, la ilusión, el dolor, los engaños, etcétera, etcétera. En cualquier caso, lo que más sorprende de estos microrrelatos es el desenfado con que están contados, y las pinceladas de humor son constantes en el devenir infeliz al que llegan algunas relaciones de pareja (así, por ejemplo, en Ya…, A grandes males, grandes remedios, Amor al primer verso o Sonrisa número quince).
En el prólogo de Luis Eduardo Aute, se dice, con gran dosis de acierto, que los micros de estos Cuentos chinos muestran un “sutil cinismo” combinado con el ingenio, la claridad coloquial y el sentido del humor. Yo añadiría a todo eso la limpieza en el lenguaje, la apuesta por la sencillez o el uso de un vocabulario cercano a la vida, carente de manierismos. La sensación, en suma, que le queda al lector es la de que el protagonista de algunas de las historias podría haber sido él, porque en el fondo vida y literatura son el envés y el revés de una misma cosa. Y sin más, aquí os dejo algunas muestras.




Cherry’s Club
 (Lunes, 5:23 a.m.)
-¿Bailas?

A grandes males, grandes remedios
Jana clavó los ojos en los de Miguel. Aunque húmedos, no se permitió ni un solo parpadeo. Le estaba pidiendo que se separaran por sexta vez en los cinco años que llevaban juntos. No se habían casado, pero su amante era aún más estoico que la firma en un papel. Era tan inexorable el nudo, que a pesar de llevar tanto tiempo destruyéndolo, eran incapaces de estar separados. Y, cuando lo habían estado, apenas habían sido unos pocos días, cuando mucho un mes. Sabían que no debían estar cerca uno del otro por una cuestión ya no de salud emocional, sino de simple integridad física. Pero eran incapaces de sentirse en la misma vida y no juntar miserias.
Miguel le sonrió. Tomó su mano entre las suyas, la acarició cariñosamente. Pausadamente, como midiendo cada palabra, le dijo:
-Mira, la única razón que se me ocurre para dejarte es que aparezca otra mujer…
El fin de semana siguiente, Jana le presentó a Teresa.

Senti(dos)
Al escuchar aquella voz en el telefonillo, un latigazo le recorrió la espalda. Su sentido del  oído se activó de inmediato. Se miró en el espejo antes de abrir la puerta.
No pudo evitar que su vista se relamiera sobre aquella hermosa mujer que pretendía hacerle una encuesta para alguna cosa que él no quiso entender. El aroma del perfume de ella le desquició el olfato: sintió la imperiosa necesidad de sentir el tacto de su piel.
No lo pudo evitar. Se entregó, sin reservas, al gusto embriagador de morderla y devorarla, dando gracias a la vida por haberle enviado tan exquisito manjar.
Antes de dormir la siesta, tuvo un dejo de arrepentimiento. De esa mujer se podría haber enamorado.
A veces odiaba ser un caníbal…

(Cuentos chinos, Alejandra Díaz-Ortíz. Prólogo de Luis Eduardo Aute. Trama editorial. Madrid. 2009)
El blog de Alejandra es De puño y tecla

3 comentarios:

  1. Querido Ricardo:

    ¡Bravo! Una exquisita reseña de mi libro. Me ha gustado mucho, mucho, de verdad.
    Y la elección de los cuentos, genial.

    Me has alegrado un domingo lleno de resfriado.

    Un fuerte abrazo y un beso (creo que virtual no contagia...)

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  2. Alejandra: me alegro de que este domingo con resfriado haya sido menos domingo gracias a mi reseña. Y a ver si pronto nace tu nuevo libro para hacerte otra.
    Besos, y cuídate.

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  3. alejandra' dirian algunos suerte te de dios y mira que se lleva a cabo ya que el cruce con el televisor me mostro las dos caras de la moneda ya que la sutileza de tus cuentos chinos me arastro como una ola de amores y desamores hacia ti.es una muestra real que aun que llueva a acantaros despues sale el sol.gracias por la delicia de tu escritura.....................gracias

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