Aquella mañana despertó con una extraña sensación en el cuerpo. Antes de incorporarse, vislumbró los contornos de las cosas: el escritorio, la silla, la lámpara, la cómoda de caoba, la cama de hierro… Entonces, en medio de la penumbra, sintió vértigo y pánico al darse cuenta de que estaba erguido sobre dos piernas, sustitutas inexplicables de sus seis patas.
Muy buena vuelta de tuerca, a veces el terror es simplemente cambiar de estado otra vez. Los humanos somos muy acomodaticios...
ResponderEliminarUn abrazo
El horror, el horror, que a veces está tan cerca, en nuestro cuarto.
ResponderEliminarUn abrazo, Rosana.
Este micro no me acabó de convencer, Ricardo, pero algunos de los otros que leí, sí. Además, vengo de La Nave de los Locos, y al ver que dedicabas un micro a Rosana pensé: hay que leer a este tipo.
ResponderEliminarNada, que te enlazo a mi blog, y te iré siguiendo.
Un abrazo.
Buen giro. Me gustó.
ResponderEliminarBesoss
Gracias, María... y cuánto me alegra verte después de tanto tiempo por aquí. Espero que sigamos en contacto más a menudo.
ResponderEliminarUn beso.
De visita con mis seis patas... ;)
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