Totalmente desnudos huyeron en desbandada al interior de la selva. A caballo, sus perseguidores capturaron a los más viejos y a los heridos. Por suerte, las piezas más valiosas (niños, jóvenes y mujeres) lograron ponerse a salvo. Últimamente, el ritmo de capturas estaba siendo muy alto. Del primitivo grupo quedaban libres no más de trescientos. El problema era que ninguno sabía cómo defenderse de esas batalladoras hordas de bárbaros, que los cazaban con lazos, con redes y hasta con perros. Aquellos temibles simios habían evolucionado tanto que, si no lo remediaba un milagro, pronto acabarían con todos los seres humanos.
Quién sabe si la ficción no se convierte en realidad...
ResponderEliminarUn abrazo.
También nosotros somos una especie de mal sueño para otros animales...
ResponderEliminarUn abrazo, María.