Murió con siete años, la
amortajaron y la vistieron con un trajecito de organdí blanco. Entonces alguien
se acordó de mí y me metieron en la cajita de madera. Fue espantoso tenerla a
mi lado y verla pudrirse durante años, con tantos gusanos correosos pasando por
encima de mi cuerpo de plástico.