miércoles, 29 de junio de 2011

Gregor Samsa


Aquella mañana despertó con una extraña sensación en el cuerpo. Antes de incorporarse, vislumbró los contornos de las cosas: el escritorio, la silla, la lámpara, la cómoda de caoba, la cama de hierro… Entonces, en medio de la penumbra, sintió vértigo y pánico al darse cuenta de que estaba erguido sobre dos piernas, sustitutas inexplicables de sus seis patas.

domingo, 19 de junio de 2011

No creen en mí


Los vi merodeando de noche alrededor de la playa. Pero otra vez estaban completamente borrachos y no se asustaron de mi enorme cola de pez ni de mis trenzas peinadas de escamas. Entonces me sumergí. No quería ver cómo otra vez se echaban a reír mientras me señalaban, gritando que yo no era nada, nada, nada…

sábado, 11 de junio de 2011

Bichitos



Los mayores lloran todas las noches cuando su madre aparece en el cuarto y los despierta. Son los que más miedo pasan. En cambio, los gemelos, que aún no tienen dos años, se dejan achuchar un buen rato. Ella ya no es tan guapa como antes, ni huele a flan de limón. Pero las criaturitas son tan inocentes que no les importa el rastro maloliente que deja. Ni siquiera sienten asco cuando ven la viscosa procesión de gusanos trepando por sus llagas. Al contrario: en una cajita de zapatos guardan, como fabuloso tesoro, un puñado de esos bichitos negros.

viernes, 3 de junio de 2011

Matar el tiempo


Con un cuchillo de cocina, no especialmente afilado, le rebané el pescuezo a mi hermano pequeño. Al abuelo le reservé una muerte más lenta: mientras veía la tele, le ensarté una bolsa de plástico en la cabeza. En cambio, a mi madre la torturé cortándole algunos miembros con una sierra oxidada.
Así pasé la tediosa tarde de verano: ejecutando mentalmente a mis seres queridos. Sólo para matar el tiempo.