jueves, 30 de diciembre de 2010

Mínimo esfuerzo


Según mi horóscopo, a veces me dejo vencer por mis miedos y me aburgueso, busco la comodidad, la vida fácil o regalada y la ley del mínimo esfuerzo, siendo frecuente que empiece cosas y no las term

martes, 28 de diciembre de 2010

A través del espejo




Soñó que rompía y atravesaba el espejo. Cuando despertó, no le extrañó que su cuerpo estuviera hecho añicos.

domingo, 26 de diciembre de 2010

miércoles, 22 de diciembre de 2010

El túnel


Justo al doblar la curva del hotel abandonado, enfila la larga recta. A vista de pájaro, la carretera parece una negra cremallera en medio del desierto. Excepto el motorista, nadie más circula. A lo lejos, a una distancia imprecisa, está la montaña. Única, solitaria, mastodóntica y -para los nativos de aquel país bárbaro y supersticioso- sagrada. Dicen que su grosor es mayor que antes, más prominente su cumbre, como si evolucionara igual que un animal vivo, aumentando año tras año, siglo a siglo, el volumen de su panza. Pero insensible a las leyendas, deponiendo las atávicas creencias de los nativos, el motorista emboca la entrada del túnel que lo cruza, hasta que abrupta, irremediablemente, lo gana el vértigo de lo insólito: cual conducto palpitante, las paredes del túnel se estrechan, se agitan ruidosamente, y, contra toda lógica, excretan cantidades ingentes y sebosas de jugos gástricos.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Caperucita en 140 caracteres


Estos son los micros que envié al concurso Caperucita en 140 caracteres, organizado por la revista Cuentosymás.ar. No tuve suerte y el premio fue a parar a manos de otro. ¡Qué se le va a hacer! AUUUUUUUUU


Bosque incendiado. Stop. Caperucita y lobo quemados. Stop. Abuela pirómana detenida. Stop. Aplazado cuento hasta celebración juicio. Stop.

Fui al baile de disfraces vestida de Caperucita. Los jóvenes lobitos aullaron de placer. Al más atractivo le hice morder mi lindo cuerpo.

Soñé que no hallaba la casa de mi abuelita y me perdía en un bosque de nieblas. Cuando desperté, el hombre lobo olisqueaba mi entrepierna.

Murieron los lobos. Pasaron los años. Ardieron los bosques. Se extinguió la especie humana. Entonces Dios creó un paraíso lleno de Caperucitas.

Cuando apago la luz de mi cuarto, veo claramente los ojos inyectados de sangre del lobo que me defiende de mis pesadillas con Caperucita.

Soñé que una niña con capa roja y su abuelita enferma me comían. Desperté sobresaltado. Para calmarme, salí de la guarida y aullé un rato.

martes, 7 de diciembre de 2010

BIOGRAFÍA-AUTO-MICRO



                                
Fallecí y luego me jubilé. Me divorcié y luego me casé. Tuve tres nietos y luego nació mi hijo. Me escayolaron un brazo y luego me lo partí. A los catorce años me gradué y luego aprendí a leer y a escribir. Finalmente nací.

lunes, 6 de diciembre de 2010

¿El día más feliz de mi vida?



A mí me empiezan a entrar dudas minutos antes de acudir a la iglesia. Los zapatos de puntera estrecha me molestan. El peinado de rodete no me sienta. El vestido blanco de cachemir es demasiado ligero. Me miro y me remiro en el espejo y no. Definitivamente no, no estoy nada contenta. Mi madre trata de animarme. Dice que son los nervios.
En la iglesia, a punto estoy de desmayarme. Mi novio me espera en el altar, expectante. A mi padre se le escapa una lágrima de emoción. El cura comienza la ceremonia. Mi novio dice que sí. Yo digo que no.


lunes, 22 de noviembre de 2010

Micro en Buenos Aires

La revista digital argentina Cuentos y más me publica un micro: "Vendedor de libros". Como es cortito, os lo copio:



En cierta ocasión un vendedor de Biblias me regaló El libro de arena, de J. L. Borges
                                   El vendedor de Biblias me dijo:
                                  -El número de páginas de este libro es exactamente infinito. Ninguna es la primera; ninguna, la última.
                                   Luego, soltó una oscura carcajada, y como por ensalmo, desapareció de mi vista sin darme tiempo a decirle que, por desgracia, yo no sé leer.


Si queréis verlo en la web de la revista, tenéis que buscarlo en este enlace: http://www.cuentosymas.com.ar/

domingo, 21 de noviembre de 2010

El sueño


En el sueño, me persigue implacablemente una horda de homúnculos abisales, difíciles de describir. Otras veces he logrado despertarme antes de ser atrapado por las garras pringadas de fiemo de tan extrañas criaturas. Por desgracia, esta vez las aberrantes pelágicas figuras oníricas me han dado caza.
Estremecido por el asco y el miedo, casi ni respiro, y apenas me muevo del sitio.
Conforme las bestias me cercan, cierro los ojos. De repente, siento un fragor de mordiscos en las tripas y un desgarro tirante en la parte posterior del cráneo. No me revuelvo ni lloro de dolor.
Finalmente despierto de golpe, pero, al pronto, no consigo familiarizarme con lo que veo: un cascajo blanco y roído. Lo que queda de mi esqueleto.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Luna llena


Otra vez ha vuelto a ocurrir. Otra vez se me ha hecho tarde y la noche me ha sorprendido solo, en medio del bosque. Debo caminar deprisa, pero con cuidado de no perderme. Sé que los mayores se cuentan historias escalofriantes ocurridas en estos inhóspitos parajes. Historias que no quieren que los pequeños sepamos, para no asustarnos. Pero yo soy un niño valiente y no le tengo miedo a la oscuridad. Además, por suerte, hoy hay luna llena y es más fácil seguir el camino de vuelta.
            Lo malo, sin embargo, es el castigo que me espera por no llegar a mi hora. Y que otra vez no sabré explicarles a mis padres por qué regreso tan despeinado, con la ropa hecha jirones y las manos y la boca totalmente ensangrentadas.

viernes, 22 de octubre de 2010

Parafilias ilustradas

En este enlace http://parafiliasilustradas.blogspot.com/, de ediciones Traspiés, podéis leer uno de mis relatos recién publicado. Si sóis parafílicos, echadle una miradita rápida. Es un blog con cosas interesantes (pero para mayores de edad). Hala, entrad sin miedo.

martes, 19 de octubre de 2010

Tentáculos


Todavía hoy busco alrededor mío un lugar donde dejar mi cuerpo. Aún noto que puedo dar la imagen de ser un ser a quien le estorban sus miembros. Todavía parezco que quiero desaparecer o perderme de vista. Todavía hoy soy tímido, y ante cualquier desconocido me veo siempre obligado a retraer, disimuladamente, todos mis tentáculos.

sábado, 2 de octubre de 2010

Indecisión

           
            (El escritor inicia el relato)
            A y B se encuentran en una fiesta. De inmediato A se enamora de B, y viceversa. Se trata de un amor fulgurante, sin preámbulos. A le propone a B escapar de la fiesta. B no se lo piensa dos veces y acepta. Van a casa de A. Mientras A prepara unas copas en la cocina, B fantasea con escenas sicalípticas, igual que A. A y B, por tanto, se estremecen ante la inminencia del polvo con el que respectivamente sueñan. Pero B es retraído y espera que sea A la que le invite a su cama. Lo mismo que B, también A es retraída y considera que hasta ese momento la iniciativa ha sido suya y para que B no crea que se mete en la cama así como así, decide cederle toda la iniciativa. B mira los ojos y las tetas de A, dos globos hinchados que mentalmente agarra, succiona y muerde. A A no se le escapa la mirada lúbrica de B y sonríe, pensando que de un momento a otro B la besará primero y la desnudará y la empalará después. Pero el tiempo pasa y no pasa nada.
            A renglón seguido, A no sale de su asombro. B bebe y habla de esto y de lo otro sin parar. La excitación de A no disminuye, pero continúa decidida a que sea B quien la aborde. Por su parte, B, también excitado, no ve la manera de cortar su propia verborrea y echarse sin más sobre A.
            (Y en este punto caliente del relato el escritor se cansa de escribir, dejando, como otras veces, a A y B muertos de ganas)

martes, 21 de septiembre de 2010

Miopía


Soy bastante miope. Mi vista no es demasiado buena, para ser sincero. A veces salgo de paseo por el parque. Casi al final del día. Solo. Camino arriba y abajo. Hasta que me canso. Entonces busco un banco cercano a un frondoso árbol (la visión deficiente del mundo que me rodea no me permite saber qué clase de árbol es) y me siento a ver el borroso ir y venir de la gente.
Ahora mismo, sin ir más lejos, ya estoy sentado junto al árbol desconocido. He paseado arriba y abajo por los senderos del parque. No espero a nadie, pero inopinadamente veo aparecer a un hombre gordo y encorvado. Viene corriendo. Contra toda lógica, viene hacia mí. Mi corazón se alborota. No sé quién es ni qué se propone. El caso es que este individuo al que no conozco de nada, se sienta a mi lado. A pesar de que en los alrededores hay otros bancos vacíos.
Lo miro de refilón. Me extraña su indumentaria. Un abrigo de piel marrón, impropio para la época estival en la que estamos. El hombre resopla profundamente.  Como no quiero ser maleducado, o para romper el hielo, le hablo tímidamente del tiempo. De las altas temperaturas. De la pertinaz sequía. El hombre no responde. O responde con un bufido. O lo que me parece un bufido. Tal vez es un sí, o tal vez es un no. No me queda claro.
A punto estoy de preguntarle qué le trae por aquí, cuando va y se levanta y desaparece rápidamente. Corriendo. Bufando. O chillando. Me siento perplejo. A lo lejos, o lo que a mí me parece lejos, veo una figura difusa haciendo cabriolas, dando volteretas. Qué tipo más raro, me digo. Podría ser un loco fugado del manicomio. Hoy en día ocurre cada cosa, que no sé.
Por último, no acaba ahí todo. Un domador de fieras, o un tipo que dice ser domador de fieras, me pregunta si por casualidad no habré visto yo a un chimpancé africano. Una mala bestia que acaba de escaparse del circo, me dice. Sinceramente le cuento la verdad. Mi vista no es demasiado buena. De cerca, sobre todo. Es muy mala.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

El mismo Peter

No sabe los años que hace que no ve a Peter, pero nunca olvidará aquellos días en que, de niña, su madre la llevaba de visita a su casa, en pleno campo. Jugaban sin descanso. Peter tenía mucha imaginación, y rara era la vez que no inventaba un nuevo y divertido juego. El que más le gustaba, con diferencia, era el de la isla de los piratas, donde ambos tenían que luchar contra un malvado bucanero, que quería secuestrarlos. En fin, eran muy niños y tenían que estirar el tiempo como un chicle, y no aburrirse.


No sabe los años que hace que no ve a Peter y lo que más la sorprende es que la haya localizado sin problemas al cabo de tanto tiempo. En el mensaje del correo electrónico le pide que vaya a verlo cuando quiera. Es una buena oportunidad para recordar viejos tiempos, y ponerse al día. A ella le hace ilusión regresar por unas horas al sitio de su recreo. Sólo es cuestión de dejar bien organizados los asuntos de la casa, que su marido se ocupe de los dos niños mientras ella, en su propio coche, viaja hasta la casa de su viejo amigo de la infancia.

No sabe los años que hace que no ve a Peter y no se imagina los estragos que el tiempo habrá hecho con él. En su recuerdo, aún lo ve como a un niño menudo, rubio, de ojos azules o verdes y pizpireto. Existe la posibilidad de que no lo reconozca a primera vista. Pero también a él le puede ocurrir lo mismo con ella, que no la asocie con aquella niña delgada y soñadora, inteligente y pecosa.

No sabe los años que hace que no ve a Peter y, cuando por fin detiene el coche y se encamina hacia la casa, y nerviosa por la inminencia del encuentro se repasa el vestido y con un ligero toque de la mano se atusa la permanente, ella, Wendy, no sale de su asombro ni esconde su sorpresa al ver que Peter, el diminuto Peter, sigue conservando como por encantamiento el mismo aspecto de niño que cuando era un niño. Ni una sola arruga, ni un solo centímetro de más.

domingo, 29 de agosto de 2010

Desconsuelo

Otro día más que me deja encerrada, a oscuras, en el cuarto. Otro día más que pasa y se olvida de mí. ¡Y ya van tres! No quiero pensar que, por alguna tontería que no sé si he hecho, haya dejado de gustarle. O peor aún, que haya encontrado a alguien más atractiva que yo, más divertida y con más posibilidades para pasar el tiempo. No lo quiero pensar, pero lo pienso. A su edad, con lo joven que es, estas cosas ocurren. Durante una temporada eres el centro de atención, la mejor compañía, el oído de sus confidencias, proyectos, alegrías y tristezas, la cara que complementa su cruz. Pero esa unión tan perfecta, vete a saber por qué, un día va y desaparece para siempre. Sin sombra de dudas, ya no eres la criatura más brillante, la que refulge con más intensidad entre las demás, la que seduce con un simple parpadeo o una minifalda o un peinado atrevido. Alguna vez se lo he oído contar a las que son mayores que yo. Ellas, en un momento de sus vidas, también fueron deseadas, amadas, lo más precioso. También ellas, sin apenas proponérselo, conquistaron la fidelidad de algunos corazones que les juraron amor eterno. No quiero que a mí me pase lo mismo. No quiero convertirme en un objeto que se toma y se deja sin más, al que le dan y le quitan sentimientos. No quiero, en fin, ser una muñeca arrumbada y polvorienta en el cuarto de los juguetes. No en vano soy una Barbie presumida, y merezco un mejor trato de la niña que hasta hace nada y menos jugaba conmigo sin descanso.

viernes, 27 de agosto de 2010

Sueños de guerra

Apenas despuntan las primeras hilachas mandarinas del día, cuando el destacamento de Alabarderos de la Guardia del Virrey se encuentra ya formado en perfecto estado de revista. A su lado, en el flanco derecho, la Segunda Compañía de Infantería del Real Palacio –compuesta por dos capitanes, un teniente, un subteniente, un alférez, un ayudante, nueve sargentos, doce cabos, dos tambores, ciento ochenta y ocho soldados y diez artilleros- aguarda con firmeza, a pie de campo, la orden de combate. La inmovilidad es absoluta. Agonizan los últimos parpadeos nocturnos. No hay restos del vivac. Nadie vocea ninguna orden. Por debajo de las rodillas del calzón azul de los oficiales refulgen tímidamente las jarreteras, lo mismo que los alamares de plata. En general, casacas, chupas, medias blancas, sombreros acandilados, escarapelas y demás prendas guerreras flamean sus colorines sin una sola mácula polvorienta. Reina una atmósfera de tensión contenida. No hay nerviosismo. Cada uno de los rostros endurecidos de los combatientes pierde la mirada en un punto fijo. Frente a ellos, a no se sabe cuánta distancia, otro ejército de soldaditos de plomo como éste, aguarda en perpetua quietud la demorada orden de combate. Por el momento el azafrán de la luz del día se cuela poco a poco en las vitrinas, donde, desde hace años, las miniaturas descansan impertérritas. Son tropas que, en su apostura gallarda, aún guardan el alma plomiza de sueños imposibles de guerras que nunca, nunca, se declaran.

martes, 24 de agosto de 2010

Odradek

Entro en una ferretería y pido un odradek. Tras unos segundos de duda, el dependiente revuelve en unos cajones atestados de cachivaches y extrae un objeto imposible de describir. Con sorpresa, pago rápidamente y voy corriendo hasta mi casa, donde, en una caja de zapatos, lo guardo a la espera del día en que se desvanezca del todo el asombro que me produce saber que poseo un sueño, una quimera, algo que no puede ser.