martes, 29 de marzo de 2011

La muerte de los relojes

Llegué cansado a casa, me duché, cené, vi un capítulo de mi serie favorita, me tomé un whisky, puse el despertador a las ocho, me metí en la cama y me dormí. Entonces soñé que llegaba cansado a casa, me duchaba, cenaba, veía un capítulo de mi serie favorita, me tomaba un whisky, ponía el despertador a las ocho, me metía en la cama y me dormía. Pero el despertador del sueño dentro del sueño no sonó. Y lo peor: tampoco sonó el otro.

domingo, 27 de marzo de 2011

Linda Elegant

El micro que os traigo hoy es simplemente la descripción de una escena, en la que aparentemente no ocurre nada. Parece como si la autora hubiera querido aplicar la teoría de Hemingway acerca de la construcción de un relato, atendiendo más a lo que se insinúa que a lo que se cuenta. Y es cierto que en ocasiones los relatos se sobredimensionan por lo que ocultan. En este caso, además, un elemento que realza la escena es el propio marco en el que se encuadra -¿Nueva York?-, dándole así una mayor dosis de inverosimilitud a una acción que en otro lugar tal vez  se quedaría en mera anécdota. En fin, espero que, si no lo habéis leído, os guste tanto como a mí.


Una mañana temprano de domingo iba bajando por la calle Stanton cuando vi, a pocos metros delante de mí, una gallina. Yo caminaba más deprisa, así que pronto le di alcance. A la altura de la Avenida Dieciocho, estaba casi encima de ella. En la Dieciocho, la gallina giró en dirección sur. Al llegar a la cuarta casa se metió por el camino de entrada, subió los escalones del porche dando saltitos y picoteó con decisión sobre la puerta metálica. Momentos después, la puerta se abrió y la gallina entró.

(Edición de Paul Auster: Creía que mi padre era Dios. Relatos verídicos de la vida americana. Anagrama. 2002)

miércoles, 23 de marzo de 2011

En el centro de la red


A mi mujer no le gusta que le fastidie sus estrategias. Se pone furiosa, se sube por las paredes o se ovilla sobre sí misma para no verme. A veces, incluso se esconde debajo de la cama o se mete en el armario del dormitorio y se queda allí dentro, enfurruñada, horas y horas. Nuestras hijas, no soportan sus malos humores, y en cuanto crezcan se irán de casa. Yo, en cambio, tengo que cuidarme muy mucho de no contrariarla, y si me pide que le atrape una mosca, voy rápidamente hasta la terraza y con parsimonia tejo una red preciosa. Y luego espero, espero. Pacientemente. Como muerto. En el centro.

lunes, 21 de marzo de 2011

El deseo del gigante


Era tan linda, tan bella, exhalaba una nobleza de formas tan delicada, su cuello era tan estilizado y grácil, sus labios encarnados tan bien perfilados y el dibujo de sus pechitos tan sucintamente redondeado debajo de su blusa, me gustaban tanto su talle, sus piernas, la largura de los dedos de sus manos, el níveo y suave color de su piel caucásica, las trenzas ambarinas cayéndole a uno y otro lado de su menuda cabeza, me tenía tan fascinado, deseaba tanto y tanto su apetecible cuerpo que ya no pude resistirme más y, a empellones, la saqué de su jaula para devorarla, igual que hacía siempre con las otras inocentes niñas que capturaba.

sábado, 19 de marzo de 2011

Rolando Sánchez Mejías

Hoy, en Otros micros de Otros, traigo dos micros de Rolando Sánchez Mejías, escritor cubano exiliado en España desde 1997, y que con sus Historias de Olmo -libro desternillante, humorístico y con un personaje que desde la primera línea del primer texto nos gana con sus travesuras y sus epatantes pensamientos- abre un mundo de posibilidades a la microcrítica literaria, social y política. Espero,sin más preámbulos que os guste.



ESCRITOR

Olmo se topa con un escritor que se jacta de no escribir. <<¡Veinte años sin escribir!>>, rechina los dientes el escritor muy cerca de la cara de Olmo. El escritor arranca un pedazo de papel, hace unos garabatos y se lo da a Olmo: <<¡Esto es lo único que tendrán de mí!>>. El escritor enciende un cigarro y dice más calmado: <<Deberían darme un premio por mi silencio>>. Fuma y susurra: <<Pero yo no aceptaría el premio>>. Se queda observando el humo del cigarrro: <<O no iría a recogerlo>>.



VIAJE A CHINA

             Olmo se abrocha los zapatos, va a China, vuelve de China y se desabrocha los zapatos.


(Rolando Sánchez Mejías: Historias de Olmo, Ediciones Siruela, 2001)

jueves, 17 de marzo de 2011

Año 3978


Totalmente desnudos huyeron en desbandada al interior de la selva. A caballo, sus perseguidores capturaron a los más viejos y a los heridos. Por suerte, las piezas más valiosas (niños, jóvenes y mujeres) lograron ponerse a salvo. Últimamente, el ritmo de capturas estaba siendo muy alto. Del primitivo grupo quedaban libres no más de trescientos. El problema era que ninguno sabía cómo defenderse de esas batalladoras hordas de bárbaros, que los cazaban con lazos, con redes y hasta con perros. Aquellos temibles simios habían evolucionado tanto que, si no lo remediaba un milagro, pronto acabarían con todos los seres humanos.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Despedida


Alguien besó suavemente mis mejillas, me dio las buenas noches en un susurro, y con mucho sigilo, apagó la luz de mi cuarto para siempre.

lunes, 14 de marzo de 2011

La bestia por dentro


Bosque adentro, un estruendo sacudió la tierra y la noche nos cayó encima. Valientes aún, ingresamos en la boca de la caverna, y a tientas, entre babas y brozas, fuimos descendiendo, seguros ya de que estábamos cerca, muy cerca, del palpitante corazón de la bestia.

viernes, 11 de marzo de 2011

Slawomir Mrozek

Hoy inauguro una nueva sección, Otros micros de Otros, a la que iré trayendo poco a poco algunos de los que considero verdaderos maestros de la microficción internacional, y a los que he fatigado como una hormiguita desde hace años. El autor de hoy es el polaco Slawomir Mrozek, con un micro que resume a las claras lo que su literatura tiene de broma de relojería, preparada siempre para hacer estallar nuestras risas.


LA MOSCA
Me estaba molestando una mosca. Yo la espantaba, pero ella volvía, así que la volvía a espantar. Finalmente, me dijo:
            -Con que no, ¿eh? Vale, esperaré a que…
            Se apartó un poco y se posó sobre un perro muerto.
            -¿A qué? –pregunté.
            No contestó. Y yo no insistí, temiendo conocer ya la respuesta.

(Slawomir Mrozek, La mosca, Acantilado, traducción de Joanna Albin, Barcelona, 2005)

jueves, 10 de marzo de 2011

Casi perfecto


Con este amargor tan extraño que destila nuestro hijo Mario, ya no hay quien pueda. Su madre y yo lo hemos intentado todo. Pero unas veces por un motivo, y otras por otro, no hace falta siquiera que abra la boca para expresarnos calladamente que nos detesta. Últimamente, como una mala cosa que lo apresara de pronto, se encierra en su cuarto para no vernos. Está claro que algo grave aguijonea su débil disposición de ánimo. Tal vez la culpa es nuestra, por sobreprotegerlo. Pero si no fuera por eso, y porque está a punto de cumplir cincuenta años, sería un hijo modélico, casi perfecto.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Canto XII


Instruido por la hechicera de Eea sobre el peligro de las voces de las sirenas -que condena a quien las oye a naufragar en la bruma túrbida de la demencia-, ordené tajantemente a mis alumnos que se taponaran los oídos con cera. Entonces, trenzado yo mismo a mi cátedra por una cuerda de perlón, comenzamos a leer -sin miedo ya a perder el juicio- el proceloso canto XII de la Odisea.

domingo, 6 de marzo de 2011

Muertos


Todas las noches me llama, y entre débiles zollipos y errátiles gimoteos, oigo su vocecita menuda rota por el miedo. Una vez más le digo que no llore, que no se acobarde, que ahí, donde está, nadie va a hacerle daño. Pero una vez más le miento, y no le digo que estamos muertos.

miércoles, 2 de marzo de 2011

Al otro lado


La niña del espejo ya no me escupe. Ni sus insultos de verraca ni sus afiladas burlas me acobardan. Ahora soy yo, dentro del espejo, la que aguarda la llegada de otra niña insolente para vejarla.