lunes, 19 de septiembre de 2011

Recuerdos


Como cuando era niño recorro arriba y abajo las calles vacías de mi pueblo. Hacía años que no pisaba la alfombra musgosa que adoquina algunas de sus correderas, ni vagaba parsimonioso -como al desgaire- entre los sitios más memorables de mi infancia. Apenas nada ha cambiado en sustancia. Reconozco la fontanilla marmórea de la plaza del ayuntamiento, ahora medio derruida y mohosa por el ancestral abandono; el pórtico románico de la iglesia; el caserón imponente de don Anselmo, el indiano; los portalones alineados de las viviendas pobres de mis amigos, al pie de los cuales muchas tardes del año nos apostábamos en círculo para jugar a chapas o a contar historias de desaparecidos; el menudo edificio de la escuela, en fin, donde el maestro nos enseñó en un mapa antiguo que nuestra minúscula tierra no aparecía rotulada con el característico punto negro…
Y siento una leve nostalgia de aquel mundo. Pero aquí no queda nadie. Sólo vastedad, sombra punzante de un pasado quebrado.
Ya todos se han ido. Y yo ahora debo regresar con ellos.

9 comentarios:

  1. Un uso precioso del lenguaje para dar vida a un pueblo fantasma. Y perfecta la última frase, con su valor de llamada al otro mundo. Coloca la melancolía en otra dimensión, lejos del tópico, "punzante" como dices arriba.
    Abrazos.

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  2. La última frase en este caso no cierra el micro, sino que lo abre. Y lo deja abierto para siempre. Una pieza de ausencias y presencias que en realidad ni tan siquiera lo son. Me encantó, Ricardo.

    Abrazos.

    PD: El lenguaje espectacular, como siempre.

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  3. Susana, muchas gracias por tu comentario. Me gusta eso que dices de dar vida a un pueblo fantasma, a un lugar donde precisamente la vida es un recuerdo, o mejor, la sombra de un recuerdo. Un fuerte abrazo.

    Agus, me alegra especialmente que te haya gustado el micro y que sepas ver todo lo que dices que hay en él, ese camino abierto donde ausencias y presencias se convocan sin saber qué son. Gracias, de verdad.

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  4. Al leer este texto, resulta evidente la intención literaria (algo que va un paso más allá de la intención narrativa). Por lo mismo me permito marcar lo que considero ciertos excesos como "la alfombra musgosa que adoquina", "la fontanilla marmórea", "por el ancestral abandono". Lo bueno de los excesos, según mi parecer, es que el tiempo los lima. No pasa lo mismo con los defectos.
    Un abrazo como siempre subjetivo,
    PABLO GONZ

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  5. Pablo, estoy de acuerdo contigo en que a veces lo literario excede a lo narrativo (y en mi texto es posible que se me haya ido la mano en alguna ocasión, como muy bien subrayas), pero en cualquier caso estarás de acuerdo conmigo que al narrar uno busque intencionadamente cierto efecto literario. Con todo, tomo nota de tu parecer. Un fuerte abrazo, no menos subjetivo.

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  6. Todos viven en esos recuerdos. Las ciudades nunca dejan de vaciarse. Siempre recordaremos y seremos recuerdos ajenos.

    Un abrazo.

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  7. María, en gran medida somos lo que fuimos.
    Gracias por tu comentario.

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  8. Sí, la intención literaria es, a mi juicio, una de las razones más importantes para escribir. Por eso compartí contigo mis opiniones. En todo caso, de lo que yo te hablaba era del exceso de esa intención, de la circunstancia de que ciertas partes sobresalgan mucho del resto (ya sea en el tono lírico o en la "antigüedad" de los términos, etc.) A eso me refería.
    Más abrazos,
    PABLO GONZ

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  9. Pablo, desde el principio entendí a qué te referías con tu primer comentario, y te reconocí el que en ciertos pasajes de mi texto me haya podido exceder en la adjetivación. Con respecto al uso de ciertos términos "antiguos", creo que el lenguaje no per se culpable de su desuso, de modo que no veo inconveniencia alguna en decir lo que, si se puede, se debe decir.
    Otros abrazos para ti.

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