domingo, 10 de junio de 2012

Cosas malas


Nos reuníamos todas las noches en un viejo cobertizo a la luz de una lámpara de gas. Y cada una de nosotras contaba una anécdota, un suceso, peripecias de sombras ya viejas cuyos dueños se habían ido quedando ciegos y desconocían que nos despegábamos de sus cuerpos para ir al cobertizo a hablar cosas malas de ellos.

7 comentarios:

  1. Sí que tenemos el enemigo cerca. Pegadito a nosotros. Vaya por Dios.

    ResponderEliminar
  2. Ya lo dice el dicho: no hay que fiarse ni de la propia sombra. Un beso, Elisa, y otro para tu sombra.

    ResponderEliminar
  3. Ya me gustaría estar escondida en el cobertizo para saber qué piensa mi sombra de mí.

    ResponderEliminar
  4. Bueno, pensándolo mejor, creo que no me gustaría saberlo.

    ResponderEliminar
  5. Ves? Las sombras no tienen ni sombras de dudas... a ver qué le cuenta tu sombra a la mía, Ana María. Saludos.

    ResponderEliminar
  6. Qué tienen las sombras que tanto nos fascinan, la mía creo que no se va con otras, tiene compañía, hablamos mucho.

    Besitos

    ResponderEliminar
  7. Yo creo, Elysa, que en las sombras se quiere ver la parte vulnerable de nuestro yo, por lo que tienen de efímeras (existen sólo cuando hay luz) y porque acaso uno, en la vida, tampoco es mucho más que una sombra (aunque haya quien se crea muy luminoso.)
    Besos.

    ResponderEliminar