domingo, 21 de noviembre de 2010

El sueño


En el sueño, me persigue implacablemente una horda de homúnculos abisales, difíciles de describir. Otras veces he logrado despertarme antes de ser atrapado por las garras pringadas de fiemo de tan extrañas criaturas. Por desgracia, esta vez las aberrantes pelágicas figuras oníricas me han dado caza.
Estremecido por el asco y el miedo, casi ni respiro, y apenas me muevo del sitio.
Conforme las bestias me cercan, cierro los ojos. De repente, siento un fragor de mordiscos en las tripas y un desgarro tirante en la parte posterior del cráneo. No me revuelvo ni lloro de dolor.
Finalmente despierto de golpe, pero, al pronto, no consigo familiarizarme con lo que veo: un cascajo blanco y roído. Lo que queda de mi esqueleto.

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