miércoles, 8 de febrero de 2012

Marginado


         Todos, todos sin excepción se mofaron de él en la escuela. Y ahítos de desprecio lo llamaron monstruo, bicho raro, engendro, por causa de su anomalía, de sus seis dedos. Y ya fue así para siempre que tuvo que cargar con aquel estrambote, y que todos ellos lo despreciaran como algo insólito; ellos, precisamente ellos, sus propios congéneres, criaturas de un solo ojo.

4 comentarios:

  1. Los seres humanos somos así.
    Vemos el pequeño defecto de los demás y no calibramos el enorme tamaño del nuestro.
    ¿Aprenderemos, alguna vez, a no juzgar y convivir en paz?
    Buen micro, Ricardo, y la imagen también.
    Un abrazo.

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  2. Juglar: sé que el micro se presta a una lectura moralizante, pero yo quería ir un poco más allá al contraponer esas figuras monstruosas, cargando las tintas sobre lo raro que es lo raro hasta para los propios monstruos. Pero es verdad lo que dices, y fácilmente nos gusta juzgar.
    Un abrazo.

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  3. No importa el qué, sino el cuánto: ya no digamos el porqué. Prima sólo la proporción. (O la desproporción en este caso).
    Muy bueno.

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  4. Gemma: yo diría que prima la desproporción. Una merma, un pequeño defecto pueden ser magnificados hasta extremos insospechados. La rareza de uno se sobrelleva mejor cuando hay otra rareza con qué compararla.
    Besos.

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